Véala. Vale la pena. Es un filme que mantiene la tensión todo el tiempo. Es lineal en el mejor sentido, continuando con la tradición del viejo cine policial negro, que muestra a antihéroes desencantados y perdedores, frente a los aparatos corruptos
Carancho, la película de Pablo Trapero es un logro dentro del cine policial argentino que se ha ido fortaleciendo en estos últimos años
Diversos filmes de ese país han ido cimentando un método de narración que se basa en las viejas películas norteamericanas de los 40 y 50, donde los personajes centrales son antihéroes que luchan contra un sistema corrupto
En ese panorama no es casualidad que un actor como Ricardo Darín nuevamente aparezca reforzando la calidad de un cine policial negro que muestra, descarnadamente, los juegos sucios de las mafias que se aprovechan de las desgracias de la gente
Aquí, el carancho del título es uno de los tantos abogados que están a la pesca de clientes incautos que, tras un accidente y ante el peligro de perder todo aceptan los contratos leoninos de estos mafiosos, que se manejan en el límite permitido por las leyes y que sacan provecho de ello
Así, como aves de rapiña, deambulan por las calles, sanatorios y hasta crean las condiciones para que ocurran las desgracias, en pos de ganar los litigios con las aseguradoras
El personaje de Darín es Sosa, un abogado que por circunstancias no dichas pierde su licencia, y termina actuando con uno de esos estudios donde se juega con la desgracia ajena
La película lo acompaña a partir de una paliza que recibe de otros rivales, uniendo su periplo nocturno, con el de una doctora de una emergencia móvil, que se cruza en su camino
Uno de los grandes méritos de Carancho está en el lenguaje visual y los pocos diálogos. Todo se va descubriendo a través de la imagen, lo que le da un tinte de falso documental, con un ritmo donde prima lo descriptivo
Así, ese abogado y la doctora comienzan a establecer una relación que termina en pareja, en tanto las cosas a él cada vez se le complican más, lo cual implica que a ella también.
Está claro que los personajes perdedores son la gran debilidad del cine policial. Y aquí no puede ocurrir otra cosa. Él, que quiere zafar de esa corruptela, ella, que intenta ayudarlo. Ambos que sufren las consecuencias
Conviene no agregar más, porque de lo contrario se estaría contando casi el desenlace, lo cual sería un pecado
Pero sí vale señalar lo bien estructurado que está el guión, donde hay un cuento circular, en el que el final nos aproxima al comienzo, donde todos en definitiva son perdedores
Al iniciarse el filme, junto a los títulos iniciales se muestra una estadística de accidentes automovilísticos, y como afecta a los jóvenes, pero por sobretodo, se señala cuánto enriquece a aquellos que lucran con la vida ajena
De esta forma, la película de Trapero se enmarca en las calles solitarias y nocturnas de una ciudad que puede ser cualquiera, y de un hospital público que recibe constantemente a los accidentados en un macabro ritual, con personajes solitarios que deambulan, unos buscando la carroña y otros, el salvar vidas
El filme muestra el desgaste de esos dos protagonistas, con vidas vacías contrastando con el afecto de aquellos que tienen familia y festejan por ejemplo, un cumpleaños típico de quince años, que es el marco afectivo para esos dos desesperados
Sosa (Ricardo Darín) busca la redención, el regresar a la vida normal de cualquier abogado, pero el estudio donde debe trabajar (amparado por matones y policías corruptos) busca retenerlo a toda costa, generando un vínculo muy parecido a la esclavitud. No es fácil zafar de las mafias
En tanto Luján (Carina Gusmán) es una médica gris, que ayuda mecánicamente en los accidentes de la mano de su conductor de ambulancia y enfermero, pero que no tiene vida propia
Ambos intentarán rescatarse y transformar la negrura cotidiana en una relación cargada de afecto y esperanza.
Pero atrás de ellos están los otros caranchos, los grandes que se alimentan de las víctimas en las calles
Darín cumple una vez más un papel estupendo. Construye un personaje medido, donde priman los gestos, las miradas. Su Sosa es un ser atormentado, entrañable, uno como espectador quisiera ayudarlo a salir de su martirio
Luego de La Señal (estupendo policial negro donde también hizo el debut como director) y El secreto de sus ojos (impactante filme que ganó el Oscar para Argentina), vuelve a transitar magníficamente en esos personajes solitarios y desencantados
En tanto Carina Gusmán (Nacido y criado; La leonera) se transforma en una doctora que arrastra sus propios dramas, ocultos a los demás, encarnando perfectamente a Luján, también con una economía de gestos y palabras que le dan solidez a su trabajo
Carina Gusmán (esposa de Trapero en la vida real) y Ricardo Darín son el eje central del filme. Los demás personajes están en función de ellos, por eso casi no se perciben
La otra protagonista es la calle nocturna, donde transitan víctimas y caranchos
Pablo Trapero ha ido creciendo como narrador. Comenzó con Mundo Grúa (2000), un retrato de un obrero dentro de las historias mínimas. Luego continuó con la estupenda La Bonaerense (2002), una extraña y no lograda Familia Rodante (2004) y antes que esta, Nacido y criado (2006), y la testimonial La leonera (2008)
Véala. Vale la pena. Es un filme que mantiene la tensión todo el tiempo. Es lineal en el mejor sentido, continuando con la tradición del viejo cine policial negro, que muestra a antihéroes desencantados y perdedores, frente a los aparatos corruptos de la policía y la justicia
Carancho. Argentina, Francia 2010. Dirección y guión: Pablo Trapero. Fotografía: Julián Apesteguía. Montaje: Ezequiel Borovinsky y Pablo Trapero. Reparto: Ricardo Darín, Carina Gusmán, Carlos Weber, José Luis Arias, Loren Acuña y Gabriel Almirón